16 abril, 2011

Compañeros



Personajes: Harry Potter – Severus Snape.

Géneros: Humor, Romance.

Advertencias: AU=Universos Alternos, Chan=Adulto/Menor, Mpreg=Embarazo Masculino, Lemon.

Clasificación: NC-17

Disclaimers: Los hermosos personajes de este fic no me pertenecen, solo los utilizo para liberar mi perversa mente.

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Harry había pasado por mil y un cosas antes y después de la batalla final en Hogwarts, donde, gracias a Merlín, había salido vencedor. Se dedicó a reconstruir su vida, todo lo que quisiera hacer por unos meces, hasta que conoció al que fue su amante y pareja por un año. Un chico hermoso de veintitantos, ni un problema para él que ya había cumplido los 18. De nacionalidad alemana y mago sangre pura. Nunca había conocido a un chico así y el tiempo que vivieron junto fue genial. Claro hasta que el chico lindo, su ángel hermoso, y tierno, no se le ocurrió nada mejor que morir. Si, se lo reprochaba por que lo dejó solo por un tiempo. Murió en un accidente de transito muggle, una manera más que estúpida de morir para un mago que simplemente iba caminando por la calle y no sintió cuando un auto le tocó la bocina antes de impactarle.

Sufrió, claro que sufrió. No podía decir que estaba muy enamorado de Zelig, pero fue su pareja por largo tiempo y estaba encariñado con él y con su compañía.

Tiempo después supo que su amante no le había dejado solo. Estaba esperando un bebé del alemán que tanto le dio. Esta vez, no supo como agradecerlo. Siempre quiso tener un hijo y este era su pedacito de cielo, su vida.

Fue difícil, doloroso y solitario. Sus amigos no se enteraron hasta que el mismo, luego de haber dado a luz, fue a la madriguera a que conocieran a su hija. A su pequeña Mathilda. Buscó un nombre alemán en memoria de su padre, este le gustó por su significado. Fuerza de la batalla.

Los Weasley quedaron completamente encantados con la pequeña bebé de ojos verdes y cabello rubio. Era una monada y por supuesto, se ganó el corazón de todos por ser hija de quien era.

Pero a pesar de todo, se sentía solo. Mathy era su vida, pero el aun era joven, no le gustaba la soledad y no podía más así.

Cuando Harry tomó la brillante idea de compartir un departamento con uno de sus amigos, nunca en la vida se imaginó que iba a tener tantas negativas.

Primero había sido Ron. Por que se iba a ir con Hermione o no se que. Luego de que salieran de Hogwarts y que se anunciara su compromiso, tenían que pasar la mayor parte del tiempo organizando la boda, sus vidas y buscar trabajos. El asunto es que no se iría con él. Ridículo preguntarle a Hermione, ya que estaba seguro que respondería lo mismo.

Tuvo el amago de preguntarle a Neville, pero este, entre razones, sonrojos y demás, le dio a entender que se iría con una persona por unos meses a recorrer el mundo buscando más especies de plantas mágicas. De más esta decir que llevaba casi un año  fuera del país y quizás en que parte del planeta con su amante. Por que lo había averiguado, claro que si. Y se sorprendió de que Neville, su amigo, su fiel confidente (¿Qué quieren? Tenía que ser dramático para que se entendiera su punto), se había ido con nada mas ni nada menos que Draco Malfoy. Si, el mismísimo cabrón que le hizo la vida imposible en sus días de estudiantes.

Se negó a si mismo preguntarle a Ginny. No, si para fans vueltas locas sólo tenía que ira a la esquina y le saltaban encima como abejas a la miel. Además, al parecer era la única que no le tenía demasiada buena a su bebé, y no iba a exponer a su niña malos tratos. No que creyera que Ginny fuera capas de golpearla, pero el maltrato no siempre venia de golpes, también estaban las actitudes, por lo que prefería no arriesgarse.

Su siguiente objetivo apareció por cuenta propia. Fue en una de sus incursiones en el castillo cuando lo encontró.  Severus Snape se encontró de frente con él. No había visto al hombre desde que este fuera internado de urgencia en San Mungo, luego de que la víbora ponzoñosa de Nagiri le mordiera y le pusiera al borde de la muerte. Parecía más recuperado. Recordó que había escuchado de que e hombre estuvo en la unidad de tratamientos intensivos por más de un año y que luego de eso lo trasladaron a una de cuidados intensivos para su recuperación y rehabilitación.

No volvió a escuchar de él, por lo menos nada que no se relacionara con su nuevo puesto como subdirector del colegio, bajo el mando de McGonagall. Sabía que había estado averiguando cosas en el ministerio.

Él, como Auror, tenía acceso a una gran cantidad de documentación que le podía ser útil al tiempo de dejar entrar a una persona a su vida. Severus Snape era preciso para eso.

—Señor Potter —le saludó con tanto desprecio como siempre, pero notó como su mirada se suavizó al ver a la niña de una año que llevaba en brazos.

—Profesor Snape, no sabía que estaba aquí —mintió descaradamente.

—Me imagino —pasó por su lado sin siquiera despedirse.

—Profesor —le llamó y se armó de valor —escuché que usted quería dejar la seguridad del colegio.

—Algo que claramente no tiene por que importarle al chico-que-vivió. —le dijo sin extrañarse de la seguridad que tenía Potter en sus palabras.

—Es sólo un comentario. No es para que se ponga a la defensiva —le dijo alzándose de hombros, tratando de no molestar a la pequeña Mathy —Además… —lo pensó, claro que lo pensó, pero ahora no tenía muchos ánimos de seguir a su conciencia —pensaba en que podríamos compartir un departamento. Digo, para no apartarnos completamente del mundo mágico.

— ¿Y que le hace pensar que yo quería ir con usted y su hija, si tuve que aguantar siete años para dejar de verlo? No, definitivamente no me iría con usted.

Ahora, seis meses después de esa visita, Severus aun no se explica como fue que Potter lo convenció de esta absurda idea. Quizás no fue él, sino la rubia en brazos de su padre que le miró con esos brillantes ojos llenos de dulzura, unos que le recordaron a cierto mocoso que llegaba recién a Hogwarts, hace  más de diez años.

Habían conseguido un departamento en una zona céntrica del Londres muggle. No era excesivamente grande, pero entre ambos llegaron a la meta de “compartir sin destruir”. Además de acordar no utilizar su magia en la casa, algo que les ayudaría a “liberarse” del mundo mágico como ya habían quedado y no asustar a la pequeña con la que vivían.

Harry se había inscrito en una universidad muggle. Y compartía su tiempo entre el cuidado de Mathilda y sus estudios vespertinos de pediatría en la universidad. Había abandonado la academia de Aurores, no sin antes escuchar una y mil peticiones de que lo pensara de nuevo. Le gustaban los niños y estaba ansioso por poder hacer algo más por los niños que se quedaron sin familia en la guerra. Claro, además de saber todo lo que le podía ocurrir a su bebita.

Severus trabajaba en el área de abastecimiento de pociones en San Mungo. Se dedicaba, básicamente, a supervisar que los idiotas que estaban a su cargo no confundieran medicinas que creaban. Le habían informado que un idiota había confundido una importantísima poción, provocando el desequilibrio mental de un ciento de personas. Claro, el culpable ya estaba de patitas en la calle, pero ahora las responsabilidades caerían siempre en el jefe de área, o sea, Severus Snape.

Harry llegó ese día al departamento. Estaba exhausto y no tenía el valor moral de ni siquiera saludar a Snape antes de enterrarse en su colchón y dejar de sentir el agotamiento que sentía en ese momento. Miró desde la cama a la cunita vacía de su hija. Algo que había tenido que hacer, es contratar a una niñera y recordó que tenía sólo un par de horas para ir a buscar a Mathy, a no ser que Erika, su niñera, le llamara al móvil para que fuera por ella por cualquier complicación.

—Ey, Potter —le llamó Severus desde puerta de la puerta. Nunca entraría por su propia voluntad. Pero no recibió contestación —Potter, deje de ser tan vago y venga a atender a sus amigos que han venido “amablemente” a visitarlo.

El tono de voz de Snape le dijo a Harry que estaba de un humor de perros, y lo último que quería en este momento era escuchar un descargo de responsabilidades y cosas por el estilo del que fue su profesor.

Se levantó con una actitud tan pastosa que estaba seguro que aburriría al mismo Dumbledore. Abrió la puerta y lo vio ahí, con la mano apunto de golpear de nuevo, pero sin alcanzar a detenerse.

— ¡Auch! —Sobó la frente donde había recibido el coscorrón —No era necesario que me golpeara, Snape.

—Créame, “esta vez”, fue completamente sin intenciones —le dijo girándose y caminando por el único pasillo que había para dirigirse a su habitación —sus amigos le esperan en la cocina y adviértale a Weasley que se abstenga a sólo mirar mis alimentos.

—Claro, claro —dijo moviendo la mano, mientras lo veía cerrar la puerta —que carácter, hombre.

Caminó en dirección a la cocina y le saltó encima una cosa de cabellera roja.

—Harry, te he echaba mucho de menos —dijo Ginny, tratando de alcanzar los labios del que fue su novio, pero antes de lograrlo se vio impulsada desde la espalda.

—No seas empalagosa, hermanita —le dijo George, al sostener a la muchacha desde la polera por la espalda — ¿Cómo estas, Harry?

—Creo que más despierto de cuando llegué —se sirvió un vaso de agua desde el refrigerador y lo tomó de un solo trago —no es por ser descortés, pero ¿Qué hacen aquí? Y de verdad, no quiero echarlos, pero tengo que ir por Mathy.

—Claro, tu hija —dijo la chica.

—Si, mi bebé —ya ni siquiera le molestaba la forma en que Ginny se refería a su hija, sabía que era motivado por los celos y que no pasaría de eso. — ¿Y Ron y Hermione?

—Para eso veníamos, precisamente —le dijo el mayor, extendiéndole un sobre —es el parte de matrimonio. Lamentan no poder venir, pero Ron aun esta un tanto “choqueado” de que estés viviendo con Snape.

—Pero Hermione dijo que ambos están invitados.

—No se si Snape quiera ir —dijo Harry, mirando la hermosa tarjeta, que citaba los nombres de sus amigos con letra prodigiosa —pero le convenceré.

—No tienes esa facultad, Harry. —le dijo el gemelo, delirando por los aires de poder de su amigo.

—Ah, pero lo que no sabes es el poder que tiene mi hija sobre él. No hay nada que le pueda negarle a mi Mathy.

—Uy, eso me encantaría verlo.

—Pero no lo harán, por que sino se daría cuenta. —dijo Harry viendo la hora en el reloj de la cocina —si quieren me acompañan a buscar a Mathy.

—No, gracias. Aun tenemos que ir a dejar más partes —le dijo Ginny.

Harry sabía que la sola mención de que pasaran tiempo con su bebé, era suficiente para que la chica desistiera de pasar tiempo con él, justamente lo que ahora necesitaba.

Se despidieron en la entrada del departamento, mientras él se dirigió unos pisos mas abajo donde vivía la chica que le hacia de niñera. Cuando llegó frente la puerta la chica estaba saliendo.

—Hola, Erika —vio como saltó asustada al no haberle visto —lo lamento —se disculpo al ver la cara pálida de la chica.

—No te preocupes, Harry —le dijo con confianza —justo iba a ir por el señor Snape.

Harry le había contado a Erika que vivía con el que fue su profesor, por que era mas cómodo para ambos el compartir un departamento tan céntrico. Claro, ella no tenía ni idea, de que se llevaron como el perro y el gato cuando uno le enseñaba al otro.

— ¿Qué pasó? —Preguntó preocupado.

—No te asustes, sólo que mi madre tuvo una emergencia y tengo que ir por ella a la estación de trenes y no quería llevar a Mathilda para que no se enfriara. Despertó hace poco.

—Oh, bien —dijo aliviado —pues problema resuelto. Me llevó enseguida a mi niña hermosa.

— ¡Papi! —la voz alegre de la infanta llegó desde adentro, siempre atenta a la voz de su padre.

Vio entrar Erika y luego salir con su niña que le estiró los brazos enseguida. Como era lógico para una niña de su edad sólo conocía dos palabras. Papi y Seip, en su infantil manera de llamar a Snape.

— ¿Cómo estas, preciosa? —Le preguntó besándola en la mejilla, haciendo reír a la niña en el proceso. Amaba los besos y a él el dárselos.

Se fue a su propio departamento, mientras se despedía de Erika con una mano y presionada el botón del ascensor.

Llegó al departamento y escuchó sonidos provenientes de la cocina. Bajó a Mathy y le dio la mano, con pasitos torpes le seguía sonriendo.

Llegaron y vieron a Snape lavando unas verduras.

Algo que Harry, nunca en su vida se llegó a imaginar, es que Severus Snape supiera cocinar. Claro, cuando se lo hiso saber al hombre este le dijo que él tampoco entendía como era tan malo en pociones, si era tan parecido al arte culinario, del que Harry era un experto. Decir que ese “alago” no hiso que los colores del rostro de Harry salieran a flote, sería la más grande de las mentiras.

— ¡Seip! —Gritó la niña, haciendo voltear a Severus y que luego de secarse las manos se acercara a cargar al bebé en brazos.

Esa era otra de las cosas que le gustan, tanto a Mathilda como a Harry. Snape era un imán para su hija y cada vez que la cargaba, se veía completamente radiante.

No era un misterio para Harry, a estas alturas del partido, que gustaba de Severus Snape. De este que cuidaba de su hija y que le prodigaba una ternura increíble. Nadie, estaba seguro, había visto o vería a Severus Snape en esta faceta del día a día.

— ¿Cómo te portaste? —La niña sólo movió la cabeza de manera afirmativa, ninguno de los dos sabía si es que entendía o no las palabras del hombre, o las que el mismo Harry le hacía, pero siempre decía que si con su cabecita.

—La llevaré a darse un baño, ¿Necesita algo antes de ir? —Le preguntó mirando tras el hombre para ver que cocinaba.

—Nada —le entregó a la niña, que pretendió volar a los brazos de su papá.

Harry se alejó con la niña en brazos, sin saber como quedaba el hombre en la cocina.

Severus sabía perfectamente lo que sentía. Sabía que cuando le dijo que si a Harry para venirse a vivir con ellos, fue un impulso al verlo con su hija en brazos. Una bebita tan dulce como su padre. En ese momento no se dio cuenta, o no se quiso dar cuenta, por que fue sólo hace unas semanas que se encontró a si mismo con la mano dentro de los pantalones, mientras, cobijado por la oscuridad y privacidad que le daba la noche, se masturbó en honor al hombre que dormía a unas puertas mas allá.

No sabía que le gustaba más. El aire de madures que le dio el traer a esa preciosa niña al mundo, o los celos posesivos que le dieron de un momento al otro al recordar que otro lo tuvo y sembró su vientre son su semilla. Ahora se daba cuenta de que era por ambas razones. La niña y el tal Zelig. El padre biológico de Mathilda Potter.

Pero no podía sólo fijarse en esas cosas, sabía que Harry estaba sintiendo cosas por él, cosas infundadas en el deseo y que el mismo se encargaría de alentar. Quería a Harry Potter y Mathilda Potter en su vida, y como que se llamaba Severus Snape, que lo conseguiría.

Pasó una semana en que Harry se las ingenió de una y mil maneras para que Snape accediera a acompañarlos al matrimonio de Ron y Hermione. Hasta que, como él mismo predijo, fue la pequeña Mathy quien lo consiguió.

—Es ridículo que me aparezca por allá, siendo que no soy del agrado de la pareja, familia e invitados —dijo acomodándose la túnica (negra) que ocuparía para presentarse al matrimonio.

—Uy, entonces no le quiere nadie —dijo Harry divertido, mientras acomodaba la túnica de Mathilda.

La niña se removía entre las molestas ropas, tironeándolas sin poderse acostumbrar.

—Le dije que no las aguantaría —le recordó Severus, al ver las manitos de la niña tironear la túnica color crema que vestía —es demasiado pequeña para usar ese tipo de vestimentas.

— ¡Pero se ve hermosa! —le dijo alzándosela frente al rostro.

—No es una muñeca a la que le puede ir poniendo lo que se le viene en gana.

—No una muñeca, pero si le puedo poner lo que quiera.

Severus negó con la cabeza y se volteo molesto contra el maldito grifo del agua. Des de hace días que no paraba de gotear y el experto que vino a repararlo, lo dejó peor de lo que estaba.

—Ese maldito…

— ¡No maldiga frente a Mathy!

—Además de ser un bebé —le recordó al apuntar a la niña que se entretenía con el cabello de su padre —no fue una palabra demasiado fuera de lugar.

—Pero lo es para una niña si es que lo aprende.

— ¡No sabe hablar!

— ¡Pero podría aprenderla y empezar a decirla! No quiero que mi hija ande por ahí diciéndole maldito a lo que se atraviese —dijo molesto y vio la sonrisa de lado de Snape — ¿Y ahora de que se ríe?

—Maldijo, señor Potter —le dijo con tono burlesco, mientras caminaba en dirección al grifo.

Harry se había quedado con la boca abierta. Como siempre, había caído en las trampas de Snape. Lo vio forcejear con el grifo y se le hizo hilarante.

— ¿No sería mejor que lo hiciera con magia?

—Recuerdo haber dado esa misma idea hace tres días y fue usted quien se negó, por que le podía pasar algo a las cañerías de los demás departamentos.

Severus sacó la varita y apuntó al grifo, un simple reparo y estaría como nueva.

Harry abrió los ojos de una manera graciosa y luego tuvo que girarse para cubrir a su hija cuando el grifo explotó y el agua comenzó a salir a raudales de la tubería. Claro, la mas divertida era la niña, que ahora estaba completamente empapada, por que lo que eran Severus y Harry estaban completamente furioso. Uno por haberlo hecho y que no le detuvieran, y el otro por que lo hiso y no lo detuvo.

—Esto nos costara caro, Snape —dijo Harry frustrado — ¡Oh no, las túnicas!

Como era de esperarse, las ropas de los tres estaban completamente estropeadas.

—No podremos ir.

— ¡¿Qué?! —Dijo alterado y acercándose al hombre —me costó mucho el que aceptara, como para que ahora se niegue a ir.

Harry iba caminando sin darse cuenta y terminó resbalando y yéndose de espaldas, sólo los rápidos reflejos de Severus le impidió caer de golpe. Lo sostuvo antes de que cayera y sirvió de base para que no sufriera el golpe. Atrapando también en el abrazo a Mathilda que empezó a llorar en el acto ante la rapidez de la caída.

—Demonios, Potter —dijo adolorido — ¿Cómo te arriesgas así?

Harry sería capas de decirle algo, si no sintiera bajo su cuerpo a Severus, que le sostenía con fuerza y protegía a su niña en el proceso.

>> ¿Están bien?

La voz preocupada del mayor hiso que Harry se diera cuenta de que la niña lloraba, la examinó y se dio cuenta de que sólo fue el susto, no se dio cuenta de que aun no salía de sobre el cuerpo de Severus.

—No le pasa nada, sólo esta trastornada por la caída.

—Es bueno —no es que le molestara tener a Harry y Mathilda sobre su cuerpo, pero le encantara ver el rostro del chico cuando se de cuenta —no es que me desagrade demasiado, ¿Pero sabe? Pesan.

La reacción fue inmediata, Harry casi saltó de su ubicación y se dio vuelta para ayudar al hombre a pararse.

Severus se vio recompensado al ver las mejillas rojas de Harry y como abrazaba a la niña en forma de protección.

—Gracias —dijo bajando la cabeza.

—No fue gran cosa, pero como entenderá, no podremos entrar de esta manera a la ceremonia.

Harry suspiró para ver nuevamente sus ropas, las de Mathy y finalmente las de Snape. Era verdad, nunca podrían ir así, pero entonces recordó que una vez vio a Snape con un traje muggle.

— ¿Tiene su traje, con ese que le reconocieron en San Mungo?

Severus pensó un segundo a que ropa se refería. Era un  traje que los muggle llamaban smoking de color negro y una camisa blanca con una ridícula corbatita que llamaban humita.

—Si, lo tengo guardado. —dijo sin darle importancia — ¿Por qué?

—Por que es ideal para que lo use en un enlace —Harry se animó de un momento al otro —creo tener algo apropiado para ir y un hermoso vestido para Mathy.

—No creo que sea conveniente que nos presentáramos en un enlace mágico con ropas muggle.

Harry pudo haber contestado, pero prefirió ir a su habitación y empezar a cambiarse y cambiar a Mathy.

Desde la habitación volvió a gritarle a Severus que seguía de pie en la cocina.

— ¡Dese prisa, Snape! ¡Le prometió a mi hija ir con nosotros a ese matrimonio y tiene que cumplir su palabra!

El pocionísta negó con la cabeza y se dirigió a su habitación. Por fuerza mayor debía pasar por la habitación de Harry y se dio cuenta de que este ya tenía lista a la niña, algo raro con tan poco tiempo.

— ¿Usaste magia, Potter?

Harry se volteo, casi asustado y se dio cuenta del hombre en la puerta. Algo abochornado al verse descubierto. Caminó a la puerta con la intención de cerrarla pero fue incapaz de dar un paso mas adelante cuándo vio la intensa mirada de Severus.

Se dio cuenta de que la mirada del mago estaba adherida a si, por lo que volteando a un lado vio su reflejo en el espejo de un cuerpo que colgaba de la pared. Estaba completamente empapado y la ropa se le pegaba al cuerpo de manera obscena. Ahora entendía lo que pasaba. Severus Snape estaba clavado a las curvas de su cuerpo. Tuvo que carraspear para que el hombre reaccionara y divertido vio como desviaba el rostro.

—Estaremos listos en un momento, profesor. Es mejor que se prepare usted también.

Snape se vio incapaz de decir nada mas, prefirió casi correr a encerrarse a su habitación. ¡Por Merlín! Estaba excitado con la mínima imagen de Harry todo mojado. Es que las telas de la túnica se le adhirieron de manera maravillosa para él. Tuvo que hacer acopio de toda su fuerza de voluntad para no ponerse a satisfacerse como un adolecente hormonal, mientras debería cambiarse lo más rápido posible para salir del departamento. Si, mejor rodeado de gente que no le agradaba del todo, y así no cometer lo impensable con Potter.

Harry y Severus por fin estuvieron listos para partir, pero el departamento era un completo desastre y no se hallaban con tiempo para arreglarlo, por lo que simplemente se fueron, acordando que en cuanto llegaran arreglarían el desiste entre ambos.

La ceremonia fue hermosa y agradable para todos, claro, Severus se vio incomodo en un par de ocasiones en que la gente quiso hacer conversación con él. Aguantaron lo que mas pudieron, tenían que esperar por lo menos hasta el brindis y sus amigos aun no llegaban a la recepción.

Harry estaba encantado con todo los que habían organizado sus amigos, o por lo menos Hermione, se notaba su mano en cada adorno y colocación.

Se sentía completamente orgulloso es de la mirada hambrienta que algunas mujeres le mandaban  Snape. Se veía genial con esa ropa muggle y había sido él quien se la recomendara. Claro, los celos estaban presentes, pero sabía que Snape no miraría a nadie más, lo sabía por la miraba hambrienta que le mandaba de vez en cuanto y por Merlín que esta noche no dormiría solo.

—Molly, tengo que pedirte un favor —le dijo a la mujer que le quería como a un hijo.

—Dime, querido, ¿En que puedo ayudarte? —Le preguntó, mientras le hacía señas a la niña en brazos de Harry.

—Resulta que antes de venir al enlace tuvimos un problema en el departamento con el profesor Snape y nos dimos cuenta de que no podemos utilizar magia sin dejar un desastre… y me pregustaba, ¿Tú podrías quedarte con Mathy esta noche para que podamos arreglar la casa con el profesor? —Claro, era mentira y Harry se sentía un poco mal por ello, pero… la necesidad era mucha.

—Oh, Harry, Por supuesto que puedo quedarme con ella. De hecho, te iba a decir que si querías que la llevara a dentro. Esta corriendo un poco de viento y podría resfriarse.

Harry sonrió entregarle a la niña a Molly, no tenía duda de que ella la podría cuidar por unas horas.

Molly entró a la casa, llevando en brazos a una casi dormida Mathilda, que tenía su cabecita recargada en el amplio pecho de su abuela putativa.

— ¿Ya se va Harry? —Preguntó su esposo a su lado, mientras ella entraba a la habitación de Ron para dejar a la niña. De todas formas, él no la ocuparía esa noche, ya que se iría con Hermione de luna de miel, no bien terminada la recepción.

—Si.

— ¿Y que te inventó? Por que no creo que te haya dicho sus verdaderos motivos.

—Bien, no creo que me haya mentido, sino que tuvo el medio para dejar a la niña —acostó a la pequeña, que a esas alturas ya dormía plácidamente y luego se giró a ver a su esposo —es necesario que hablen.

— ¿De verdad crees que hablen, Molly? —Le dijo elevando una ceja.

—Pues me niego a hablar contigo sobre la vida sexual de Harry y el profesor Snape.

Claro, Molly y Arthur eran viejos zorros, habían tenido una camada de hijos, no precisamente por la gracia del espíritu santo. Sabían cuando las cosas a su alrededor pasaban. Cuando George trajo a casa a escondidas a ese lindo chico con el que ahora bailaba afuera, y no precisamente para jugar a las cartas, o la vez que se quedaron en casa por primera vez Bill y Fleur o e mismo Ron y Hermione. Ellos sabían que algo pasaba o pasaría entre Harry y Snape. Ahora si estaban seguros que en el departamento que compartían se verían fuegos artificiales.

Lejos de los pensamientos de los patriarcas de la familia Weasley, Harry se aproximó a Severus de manera disimulada, tratando de que nadie les viera y llegó a su espalda, viendo como su amigo le hacía señas. Claro, a sus amigos no les podía ocultar nada, pese a la cara de horror que puso Ron la primera vez que le dijo de su interés por su antiguo profesor de pociones.

—Mathy se quedara esta noche aquí. Molly la cuidara para que arreglemos el departamento.

Severus sintió como cada vello del cuerpo se le en crispaba ante la idea de pasar toda la noche solo con Harry. Claro, la bebé siempre estaba con ellos, y se le hacia desubicado el intentar cualquier cosa con el chico.

Ni siquiera se dio cuenta si se despidieron o no de alguien, o si alguien notó que desaparecieron de la fiesta de un momento al otro. Lo último que supo fue que estaba siendo llevado al departamento gracias a la aparición.

Ni bien Severus abrió la puerta del departamento, fue empujado adentro y casi cae al suelo al sentir a Harry colgando de su espalda.

—Potter.

—Oh, ya vasta —le dijo dándolo vuelta y besándolo con una pasión inusitada.

Como es de esperarse Severus agradeció el estar solos para poder desatar todas sus frustraciones.

Se las arreglaron para llegar al living entre chapoteos por el agua que seguía aposada en el suelo del lugar, por el rompimiento de la cañería y los estrellones con los muebles que había en su camino.

No les importó el que sus ropas se estropearan al tirarlas lejos y que se mojaran, ellos querían sentirse y francamente no creían alcanzar una de las habitaciones.

Severus prácticamente arrojó el cuerpo ya desnudo de Harry al sillón, antes de cubrirlo con su propio cuerpo  y devorarlo con sus besos.

No se contuvieron, no estaban en ese momento para demasiados juegos.

Harry sintió como su cuello era devorado, mientras una mano estimulaba su miembro, al tiempo que un par de dedos dilataban su entrada para recibir el aparato de Snape.

Severus por su parte, no se contuvo de morder el hombro blanco de Harry mientras entraba en su cuerpo. La pasión era demasiada. Tanto que ninguno de los dos quiso esperar más y comenzaron a moverse al mismo tiempo.

Harry podía sentirlo en cada parte de su cuerpo ¡Merlín! Severus parecía tener mil manos. Podía sentir todo su cuerpo acariciado por todos lados. Sus tetillas estaban tan erguidas que le dolían y su miembro ¡Oh, Dios! Estaba tan excitado que podría correrse sin siquiera ser masturbado.

No pudieron durar mucho, sólo un par de embestidas más y ambos se corrieron.

Ninguno de los dos reacciono mas allá de cambiar de lugares y que el abrigo que había quedado cerca (y que no estaba mojado) los cubriera mientras dormían un poco.

Cuando el sol de la mañana iluminó sus rostros ninguno de los dos quería despertar. Primero por el cansancio y el relax que acompañaba una noche de lujuria y  segundo por que acaban de tener sexo con quien se supone, sólo compartía su departamento.

—Tenemos que hablar.

De nos ser por que aun tenía su brazo alrededor de la cintura de Harry, esa declaración se hubiera escuchado casi como una sentencia a muerte.

El chico se removió un poco entre sus brazos, pero no se alejó demasiado, sólo levantó la cabeza para poder verlo a los ojos.

— ¿Qué puede ser tan grave? Bien, tuvimos sexo, que de por si fue genial —eso elevó al ego de Severus, pero no dijo nada —hace tiempo que notó su mirada. ¡No puede negarlo!

—No lo niego —lo atrajo mas contra su cuerpo entendiendo por donde iría esa conversación.

—Entonces no entiendo que tenemos que hablar —se volvió a alejar para mirarlo a los ojos —me gusta, se que te gusto… mi hija te adora. ¿Qué de malo hay en eso? ¿O que sigamos para ver hasta donde llego esto?

Severus lo miró, sus ojos claros y transparentes, era obvio que nada malo podría pasarle junto a él.

—Creo que tienes razón —dijo sonriendo de lado y atrayéndolo para besarlo —pero hay algo que tiene que cambiar.

— ¿Qué cosa?

—Ya no tienes a un compañero de departamento. Me niego a seguir con las estúpidas reglas de convivencia que teníamos.

— ¿Así? —Su tono era sumamente sugerente.

—Por ejemplo… no pienso recluirme en mi habitación, solo, cada noche.

—Eso me parece. —le dijo, casi ronroneando contra su pecho.

—Tendremos que adecuar la habitación pequeña al lado de tu habitación, esa que ocupamos como estudio, para crearle una habitación a Mathilda. No quiero tener que traumar a la chiquilla cuando te quiera asaltar en la cama.

—Creo… que eso… esta bien —podía sentir los dedos de la mano en su cadera, y casi era imposible para él el pensar en algo lógico.

—Y por ultimo… deja de llamar “Mathy” a Mathilda… es de niño.

—Oh, pero si suena genial para ella —le dijo saliendo de sus brazos  y se sentó a horcadas sobre él. — ¿Algo mas antes de decirme que te encanto?

—No —le dijo atrayendo por el cuello para besarlo con fuerza —eres irresistibles, Harry Potter.

Harry sonrió y se fundió en un nuevo beso con su amante, futura pareja, futuro quizás esposo, futuro padre sustito de Mathy, Ah, por que seguiría llamando así a su bebé. Era lindo.

Fin

Como yo te amo


Personajes: Minato Namikase/Itachi Uchiha

Genero: Romance.

Clasificación: R.

Disclaimers: Los personajes de Naruto no me pertenecen, son propiedad de Masashi Kishimoto-sama. El tema utilizado pertenece a Rafael.


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Cuando lo vio por primera vez, pensó que era el ser mas hermoso, sexy e irresistible que había visto en su vida. 
Por su apariencia, sabía que no tendría más de 20 años y eso lo animaba de todas formas. Total, él solo tenía 24 años y tenía todas las características para conquistar a ese chico.
Estaba bailando con un grupo de jóvenes. Un pelirrojo que se movía descaradamente con un rubio de cabello largo. Mientras que el joven que llamó su atención, bailaba con un joven de cabello castaño.
Pero eso no le importaba para nada. Él joven que le llamó la atención era moreno. Tenía el cabello por debajo de los hombros y lo llevaba amarado en una cola baja. Su piel se veía deliciosamente blanca. Su cuerpo era delgado y tenia unas caderas… ¡Oh que caderas! Sus manos picaban de las ganas por acariciarlas.
No se dio cuenta en que momento se acercó a él y le pidió un baile. El chico lo miró y sus ojos se prendieron de ellos en ese mismo instante. Eran tan negros como la noche y brillaban con una fuerza impresionante.
—¿Quieres bailar conmigo?
Su voz era tan sensual como su presencia y no cabía duda de que estaba al tanto de ello.
—Claro. Si no, no te lo rogaría.
¿Rogaría? Desde cuando él rogaba por algo. Siempre tuvo lo que quiso. Tenía una situación económica por demás acomodadísima y ello era un plus al tiempo de llamar la atención de una conquista.
Pero algo en este chico le decía, que su dinero era una mugre al lado de lo que él podía poseer. Sus ropas lo demostraban. Las marcas caras de ellas, eran demasiado evidentes.
El chico lo miró y le sonrió.
—Bien. Como quieras.
Se despidió del chico con el que bailaba y éste sólo alzó los hombros y elevó su mirada para clavarla en los suyos. El mensaje en ellos era claro y era el mismo que tenían el pelirrojo y el rubio. “cuidado con lo que le haces”.
Bailaron toda la noche. Sus cuerpos se amoldaban a cada una de las melodías y entre más sensuales eran, mas las disfrutaba.
Ya pasada las tres de la mañana y fue cuando el chico lo atrajo por el cuello de su camisa y le dio un beso húmedo que lo dejó viendo estrellitas.
—¡Oh Kami-sama! —Le dijo al tiempo en que tomaba una larga bocanada de aire —ese fue el mejor beso de mi vida.
El joven sonrió con prepotencia y acaricio el pecho del mayor empinándose nuevamente para compartir un nuevo beso.
—Dime tu nombre.
El chico se alejó un poco y lo miró a los ojos.
—Itachi. Uchiha Itachi.
—Bien, Itachi —hasta su nombre le sabía a gloria —¿Te parece si te invito una copa?
—Yo… —lo miró nuevamente —no puedo beber.
—¿Por qué? ¿Estas enfermo?
La risa del joven le caló hondo. Era fresca y deliciosa.
—No. Sólo que a mi edad no me lo permiten y no pretendo llegar a mi casa con olor a alcohol.
—¿Cómo? —Lo miró extrañado —y bueno ¿Qué edad tienes?
Para Minato fue como un balde de agua fría enterarse de ese pequeño detalle. Su ángel de ojos oscuros, sólo tenía 17 años. Le llevaba siete años de diferencia.
Siguieron bailando y el asunto de la edad le impidió a Minato dar un paso más allá. Cosa que no evitó que compartieran besos durante largas horas.
Esa noche, Minato supo, que se había enamorado.
Luego de ese primer encuentro se sucedieron muchos más. Se enteró de que el muchacho era el heredo de una familia poderosa de Japón, precisamente una de las familias con las que tenía contratos su propia familia. Eso ayudó bastante al hecho de que se siguieran viendo. Cosa que para molestia del rubio, fuera bastante desagradable para Fugaku Uchiha. Padre de Itachi.
Un día se presentó en su penthouse exigiéndole que dejara de frecuentar a su hijo. Cosa que obviamente no iba a hacer Minato, lo que acarreó que sus encuentros con Itachi se volvieran clandestinos. No quería que el chico tuviera problemas, pero ocurrió lo que mas estaba evitando hacer.
En una arranque de pasión, por parte de ambos, termino teniendo sexo desenfrenado con el chico, en unos de los clubes que frecuentaban.

Como yo te amo...
como yo te amo...
convéncete...convéncete...
nadie te amará

Desde ese día las cosas se complicaron aun más. Sus cuerpos les exigían estar juntos, cada vez que se encontraban y unos meses después de que empezaran su prohibida relación, pasó lo que nunca se esperaron.
Itachi Uchiha. El heredero de una de las familias más poderosas de Japón. Quedó embarazado.
Minato estaba feliz. Y lo proclamó a los cuatro vientos.
Fue difícil. Mucho más por las trabas que puso Fugaku al enterarse de que, no sólo se habían seguido viendo, sino que además su hijo estaba en estado. Lo que provocó que tuvieran una fuerte discusión.
—¡No me importa lo que digas, padre! —Itachi ya tenía dos meses de embarazo y habían decidido ir  a hablar con Fugaku, para arreglar el asunto de su relación.
—¡Te prohibí que te juntaras con él! —Fugaku estaba furioso. Y el hecho no lo arreglaba el que estuvieran tomados de la mano.
—Se que no te hice caso, pero amo a Minato y no lo dejaré, menos ahora que vamos a ser padres —Itachi cubrió su boca y Minato lo atrajo mas a su cuerpo. No se supone que debían darle así la noticia.
Fugaku miró a su hijo con horror.
Itachi se aferró a la mano que su pareja tenía sobre su cintura.
Minato abrazó fuertemente a su novio e inconscientemente puso sus manos sobre su vientre, como si tratara de protegerlos de algo que les fuera a pasar.
Mikoto entró e ese momento y dejó caer la bandeja que traía en sus manos con tasas de té.
—¡¿Qué demonios fue lo que le hiciste  mi hijo?!
Ese fue el día mas horrible para Itachi, ya que luego de esa pelea, Fugaku tuvo un ataque al corazón y su madre, en un ataque de nervios, le gritó que si algo le pasaba a su esposo, seria exclusivamente culpa suya.
Minato se lo llevó y le prohibió ir al hospital a ver a su padre, a no ser que el hombre lo llamara. No iba a arriesgarse a que su pareja fuese nuevamente insultado y que eso pusiera en riesgo la vida de su hijo.

Como yo te amo...
como yo te amo
olvídate...olvídate
nadie te amará,
nadie te amará
nadie, por que...

Pasaron casi tres meses antes de que Minato se decidiera. Ya estaba cansado de ver la mirada perdida de Itachi y como su salud parecía ir en decadencia. No había subido de peso y eso era malo. Supieron en una ecografía que el morenito estaba esperando dos bebés y eso los llenó de felicidad por unos momentos, hasta que el menor recordó que sus padres no podrían disfrutar tal dicha con ellos.
Minato se dirigió a la casa de los padres de su pareja y pidió hablar con la cabeza de la familia. Fue recibido, pero no por eso tratado bien. La mirada de Fugaku le decía exactamente lo que pensaba de él, pero aun así no se amedrentó y se dispuso a hacer lo que tenía en mente.
Mikoto miró de reojo a su esposo cuando vio lo que el rubio hacía. Frente a ellos, el líder actual de la compañía Namikaze, estaba de rodillas y con la cabeza pegada al piso, rogando por que perdonaran su pecado y dejaran a su pareja volver a visitarlos.
Fugaku no mostró mayores cambios en su rostro. Simplemente escuchaba y detenía a su mujer, que había trastabillado al enterarse del delicado estado en que se hallaba su hijo, por la depresión que le causaba el no contar con la aprobación de sus padres.

¡Yo! te amo con la fuerza de los mares,
¡Yo! te amo con el ímpetu del viento
¡Yo! te amo en la distancia y en el tiempo
¡Yo! te amo con mi alma y con mi carne
¡Yo! te amo y su mañana

A Minato le importaba muy poco si se humillaba frente a estas personas, no es que lo hiciera a menudo. De hecho esta era la primera vez que se encontraba en esa posición y situación. El rogar no estaba dentro de sus planes, pero por la salud de Itachi y sus hijos, haría cualquier cosa.
—¿Estas dispuesto a dejarlos y olvidarte de ellos?
La voz de Fugaku llegó a sus oídos como una cruda verdad. No, por nada del mundo podría vivir su vida si ellos. No podría despertar un nuevo día, sin ver el hermoso rostro de su Itachi a su lado, con sus pestañitas moviéndose levemente a causa de algún sueño. No podía pensar en la absurda idea de que no vería crecer a sus hijos y envejecer junto a su pareja.
—No es necesario que respondas a eso, mi amor.
La voz dulce como un susurro de Itachi, llegó a los oídos de los tres miembros de la sala.
—Itachi.
—Eso  fue lo mas bajo que pudiste haber hecho, padre —le dijo entrando y acercándose a su pareja que lo miraba atentamente y se agachó a su lado —debiste de haberme dicho que venias. No te lo hubiera permitido.

¡Yo! te amo como el hombre a su recuerdo
¡Yo! te amo a puro grito y en silencio
¡Yo! te amo de una forma sobrehumana
¡Yo! te amo en la alegría y en el llanto

Minato miraba a su pareja como si fuese la octava maravilla del mundo. No se acordaba de que su pareja tuviera un carácter tan fuerte y que no dejaba que las cosas lo sobrepasaran.
—¿Qué haces aquí? —Recién en ese momento se dio cuenta de que él no le había dicho que iría a hablar con sus padres.
—Le hable por teléfono a tu secretaria y me dijo que no estabas en ninguna reunión, como tú me habías dicho, por lo que le pedí que me dijera a donde ibas y ella llamó  a tu chofer, él le dio la dirección de aquí y listo. No es fácil engañarme, Minato.
El rubio estaba con la boca abierta y se puso de pie para ponerse junto a su pareja, que ahora miraba persistentemente a sus padres.
>>Si no los había venido a ver, era precisamente por que Minato no quería que pasara un mal rato y ahora le encuentro toda la razón.
—Hijo…
—Ahora no madre. Me dijiste cosas horribles, al igual que papá y ahora, que a pesar del tiempo que a pasado, aun no cambian de parecer y mi padre le pide algo abominable a mi pareja —la miro a los ojos —no soy capas de verlos a la cara y no sentir el estomago revuelto.
Itachi tomó la mano de su pareja y salió de la mansión Uchiha, para no volver a pisarla jamás.
Según supo, un tiempo después, es que su madre lo había ido a ver, pero al saber que no se encontraban, no había insistido y nunca más fue por su cuenta. Su padre. Nunca mas le habló, ni miró. Pese a que se debieron encontrar muchas más veces. Ya que al ser pareja de Minato, lo acompañaba constantemente a la empresa y estuvo presente en varias reuniones en las que el líder de la familia Uchiha también estaba presente.

¡Yo! te amo en el peligro y en la calma
¡Yo! te amo cuando gritas cuando callas
¡Yo! te amo tanto yo te amo tanto ¡Yo!

Los meses pasaron. Y con ellos, el embarazo de Itachi llegó a su fin. Minato sufrió las penas del infierno al no poder entrar con su pareja a pabellón, ya que uno de los bebés estaba mal ubicado y tuvieron que someterlo a una complicada cirugía.
Casi dos horas después, por fin pudo suspirar, mientras veía tras una vitrina, dos bultitos celestes con su apellido en la parte superior de las cunas. Sentía que el corazón se le podría detener en ese mismo instante y aun así le quedaría suficiente emoción como para mantenerlo con vida unos cien años más.

Como yo te amo...
como yo te amo...
convéncete...convéncete...
nadie te amará

Entró en la habitación de Itachi y con mucho cuidado tomó una de sus manos. Aun estaban heladas, ya que hace muy poco lo habían trasladado y recién su cuerpo empezaba a recuperarse de la intervención. Su rostro estaba de un decadente color amarillo y sus labios, normalmente rojos y jugosos, ahora estaban medianamente morados.
Depositó un beso en su frente y se alejó para no importunarlo. Un ruido en la puerta llamó su atención y su mirada se enturbió unos segundos al reconocer a la mujer que estaba en la puerta.
—¿Puedo pasar?
Minato la analizó por unos segundos, sin encontrar ninguna excusa, lo suficientemente valida, como para exigirle que saliera del lugar.
—Es su hijo, tiene todo el derecho de verlo —se hizo a un lado y le dio vía libre. Miró hacia la puerta, como esperando ver a “su suegro” aparecer por ella, pero no pasó.
—Él ya se fue —le dijo la mujer desde la camilla, mientras alejaba unos cabellos de la cara de su hijo, sin dirigirle ni una sola mirada, pero adivinando los que pensaba —se fue luego de que viéramos a los bebés. Por cierto, son realmente hermosos.
—Si, lo son —Minato no se sorprendió de que hubiesen ido. De hecho, le hubiera extrañado que no lo hicieran, de todas maneras eran los padres del hombre que amaba y él, como padre que ahora era, no podría estar mas orgulloso de serlo.
La mujer se fue luego de unas horas, sin poder haber hablado con Itachi, ya que el menor aun no se recuperaba del todo.
Cerca de las tres de la mañana, Itachi abrió sus ojos y una mueca de dolor se expreso en sus bellas facciones.
—No te muevas, mi amor.
La vos de su pareja le informó que no se encontraba solo.
—¿Mis bebés?
Su voz salía grave y agónica, pero él quería saber por el estado de sus hijos.
—Están bien —le dijo sentándose a su lado y tomando una de sus manos —lo hiciste muy bien, Itachi.
El chico sonrió, dentro de su malestar y estiró su mano para que su pareja la alcanzara.
—Quisiera verlos.
—Bien —llevó los dedos de la mano de si pareja para depositar un beso en ellos —pediré que los traigan.
Salió de la habitación y luego de unos cuantos minutos volvió con un par de enfermeras, que empujaban dos cunitas.
Pusieron a los bebés cerca de su “madre” y salieron del lugar para darles privacidad.
Itachi vio a sus hijos por primera vez y sus ojos se inundaron en lágrimas cuando Minato quitó mantas para que sus pequeños rostros fuesen visibles.

Como yo te amo...
como yo te amo
olvídate...olvídate
nadie te amará,
nadie te amará
nadie, por que...

—Naruto —dijo al ver al bebé de cabello tan rubio como su amor —Sasuke —su mirada viajo a la cunita de al lado y vio que aquel bebé era exactamente igual que él —son hermosos.
—Al igual que tú —Minato se sentó a su lado y vio a su pareja como miraba a sus hijos recién nacidos —gracias.
—Te amo.
—Te amo.
No había más palabras que explicarán lo que cada uno sentía por el otro y no esperaban encontrar ninguna más. Se amaban y solo eso es lo que importaba.

Fin

Como yo, nadie te ha amado



Parejas: Sasuke/Naruto

Categoría: Romance

Clasificación: R

Disclaimers: Los personajes de este fic no me pertenecen, la música de fondo tampoco, solo los ocupo por que mi mente atrofiada aun no sabe hacer originales

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Naruto miró por la ventana nuevamente, la lluvia volvía a caer por ella y su corazón se volvía a destrozar.
Sasuke había desaparecido del hospital y nada podía hacer por ir a buscarlo ya que la Hokage se lo había prohibido.
Se paró y fue a preparar su plato de comida favorito, nada podía hacer al respecto y eso le partía el alma.

Yo no vi las flores marchitar
ni ese frió en tus ojos al mirar
no, no vi la realidad
me ibas a dejar

—Sasuke —volvió a suspirara por enésima vez esa tarde.
Todo el mundo le había dicho que Sasuke se iría en algún momento, pero él no les prestó atención.


Dicen que la vida baby, no es como la ves
para aprender hay que caer
para ganar hay que perder
lo di todo por ti

¿Cuanto tiempo pasó desde la última vez que estuvieron juntos en el campo de entrenamiento? Ya ni siquiera era capaz de recordarlo.
El cielo se nublaba cada vez más y los truenos alumbraban la habitación y su vista se centro en la cama. Se dejó caer en ella, sin tomar en cuenta el sonido del hervidor, que le indicaba que estaba lista el agua.
Hace mucho tiempo se dio cuenta de sus sentimientos, nada podía hacer para cambiarlo. Estaba inevitablemente enamorado de Sasuke.

Llore y llore y jure que no iba a perderte
trate y trate de negar este amor tantas veces
Si mis lagrimas fueron en vano
si al final yo te ame demasiado
como yo, como yo nadie te ha amado

No entendía muy bien por que había pasado todo, ya que la vida había cambiado en 180° el día que se confesó.
Sasuke lo miró y no dijo nada, solo se acercó y lo volvió a besar, no como la primera vez, no, esta vez fue con sentimiento.

Cada hora una eternidad,
cada amanecer un comenzar,
ilusiones nada más
que fácil fue soñar

—Aparece, por favor —dijo entre sollozos mientras ocultaba su rostro en la almohada.
Recordó la primera vez que se entrego a él. La primera  vez que hicieron el amor. Kami-sama sólo eran unos niños y sus cuerpos le exigían hacer cosas de adultos.

Tantas noches de intimidad
parecían no acabar
nos dejamos desafiar
y hoy nada es igual

Se paró y caminó por su sala, mientras se secaba los ojos con rabia. Miró a su alrededor y en una taque de furia botó todo lo que había sobre una mesa. El florero con las flores que había recogido de cerca del lago, ahora estaban esparcidas por el suelo, sin dejar mas que un gran charco de agua y pétalos.

Se que en verdad el amor al final
siempre duele
no lo pude salvar y hoy
voy a pagarlo con creces, baby
Si mis lagrimas fueron en vano
si al final yo te ame demasiado
como yo, como yo nadie te ha amado

Salió de la casa y se dirigió corriendo por los tejados, en dirección a la montaña de los Hokage, poco o nada le interesó que sus amigos lo saludaran o trataran de hablarle cuando pasaba raudo al lado de ellos.
Llegó al lugar y miró al cielo, sintiendo como la lluvia caía sobre su cuerpo, empapándolo por completo.


Esta vez la pasión ha ganado
y por eso sigo esperando
como yo, como yo nadie te ha amado
Solo
Llore y llore y jure que no iba a perderte
trate y trate de negar este amor tantas veces
si mis lagrimas fueron en vano
si al final yo te ame demasiado
como yo, como yo nadie te ha amado

Estaba apunto de gritar para que el mundo entero se enterara de que su alma se estaba destrozando, pero fue abrazado con fuerza y sintió como alguien apoyaba su cabeza en su hombro húmedo.
Sintió como su alma se agitaba y esta vez dejó que las lágrimas cayeran con mayor facilidad, mientras apretaba las manos que lo estaban abrazándolo.
—No lo vuelvas a hacer —dijo muy bajito —creo que moriré si lo vuelves a hacer —le dijo volteándose y besándolo con pasión.
—No me iré otra vez —le dijo Sasuke luego de que su beso terminara —no tengo razones para irme, pero si a ti para quedarme —le dijo besándolo de vuelta.

Esta vez la pasión ha ganado
y por eso sigo esperando
como yo, como yo, nadie te ha amado
como yo, como yo, nadie te ha amado
como yo, como yo, nadie te ha amado.

Fin

Coincidencia satisfactoria



Personajes: Harry Potter/Severus Snape

Advertencia: Lemon – M-preg

Genero: AU – Humor – Romance.

Clasificación: NC-17

Disclaimers: Los personajes de este fic no son míos, son de J. K. Rowling y quien quiera que tenga sus licencias.


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Había amanecido mejor que nunca, Harry dormía a su lado y sus cuerpos desnudos daban muestra de la acción en la noche pasada.
Se levantó para dar clases. Aun no entendía el afán de Minerva por dejarlo a cargo de la dirección y además las clases de pociones, sólo por que su queridísimo ahijado estaba enfermo y no podía encargarse personalmente de sus clases y ahora él era el quien pagaba los platos rotos.
—¿Severus? —Lo llamó desde la cama y vio que Harry abría los ojos perezosamente.
Lo vio en el lecho, con la sabana cubriendo su cuerpo apenas. El cabello revuelto y sus ojos, sin su marco de vidrio, brillaban como el día en que le dijeron que llevaba en su vientre a su primer hijo. De eso ya habían pasado siete meses y Harry estaba a un mes de dar a luz.
Recordaba el día en que su morenito se había enterado de la noticia.

Harry era Auror, muy a su sufrimiento, que se desvivía al pensar que algo le podría pasar a su pareja. Un pensamiento absurdo al recordar que había sido el oji verde el que había liberado al mundo de la amenaza brutal que imponía Lord Voldemort.
Él se encontraba en el despacho y Harry entró por la puerta como alma que lleva el diablo y se había arrojado a sus brazos, repitiéndole que lo amaba, que era la persona que más le importaba en el mundo y que juntos habían creado una pequeña vida que ahora habitaba en su interior.
Severus había quedado en un estado de impresión semejante a la de una persona que le dicen que se ha ganado el premio mayor de un juego de azar.
Se apresuró a devolverle a su amado todos los besos y palabras de amor que le había dedicado a su persona hace sólo unos segundos.

—Duerme amor —besó sus labios —yo debo reemplazar a Draco las primeras horas, pero estaré libre la ultima clase antes del almuerzo —le informó dirigiéndose al baño.
Abrió la ducha y reguló el agua hasta sentirla a gusto. Comenzó a lavar su cuerpo prodigiosamente y cuando iba a lavar su cabello sintió las pequeñas manos de su amante sobre sus sienes.
—Relájate y déjame complacerte —le dijo motivándolo a que se dejara caer hasta quedar sentado en la tina y como el agua empezaba a subir lentamente.
Harry se sentó a su espalda  y empezó a regalarle  un delicioso masaje capilar.
Severus se sentía en las nubes, le encantaba cuando Harry le daba esas pequeñas muestras de su amor y que normalmente iban evocados a relajarlo de sus obligaciones.
Harry estaba convencido de que Severus había olvidado que día era hoy, pero él no.
Fue bajando sus manos hasta que sus masajes llegaron a su nuca y empezó a acariciarlo. La espuma que había creado con el Shampoo era un excelente aceite para que sus manos manobriaran con mas facilidad.
Severus sintió el cambio en los masajes de su pareja, pero prefirió no decir nada, de todas formas aun le quedaba una hora libre antes de que empezara el desayuno y luego media hora antes de su primera clase, por lo que no le importaba el compartir ése tiempo con el morenito si este quería ponerse cariñoso.
Sus manos fueron bajando por su pecho y llegaron a sus pezones, los cuales se dedicó a estimular a base de caricias sutiles y rozamientos con las yemas de sus dedos.
Un gemido involuntario salió de su garganta al momento de sentir el primer tirón, pero no dijo nada. Sólo cerró los ojos y dejo que las sensaciones llenaran su cuerpo.
Vio que su pareja estaba reaccionando bien a sus estímulos por lo que quiso arriesgarse mas y cerrando los ojos hechizó el agua para que dejara de caer de la ducha, agregó al agua, un poco de “l'amour infernal” una exquisita fragancia que había adquirido hace unas semanas para darse una ducha  y que ahora le ayudaría para aliviar a su amor.
Se levantó y se dio vuelta para meterse a la tina y quedar sentado a horcadas sobre el mayor, sin dejar nunca de recorrer su cuerpo con sus humectadas manos.
Severus sólo sentía.
Sintió cuando Harry se sentó sobre él; sintió cuando su pareja comenzó a bajar las manos por bajo el nivel del agua; sentía como movía sus pequeñas manos el rededor de su miembro. Lo friccionaba de manera exquisita; sentía como el calor poco a poco lo iba invadiendo de manera espectacularmente rápida.
Siguió moviendo sus manos hasta que vio la contracción en la casa ladeada de su pareja y supo que estaba cerca del final, por lo que se elevó un poco para quedar sentado sobre su miembro y empezar a empalarse el mismo.
Severus tuvo que abrir los ojos para ver a su ángel sentándose en su miembro y como lentamente empezaba con su frenética danza de amor.
No tenían prisa, por lo que se dejaron balancear por largos minutos. Pero hubo un minuto en que el calor los comenzó a sofocar y no pudieron hacer mas que acelerar el paso, siempre teniendo cuidado para no dañas a su hijito no nato.
Harry se sujetó de los hombros de su pareja para poder subir y bajar, mientras sentía las manos de su amor en sus caderas, ayudándolo en su noble labor. Descendió su cara hasta poder besarlo en la boca y dejar que sus fluidos bucales se mezclaran al igual que los corporales, ya que en ese mismo instante llegaron al clímax, expulsando su semen en el cuerpo del otro. Severus había salido de su interior antes de dejar salir su simiente, ya que no era recomendable que lo hiciera dentro al quedar tan poco tiempo para el alumbramiento.
—Gracias —le dijo apoyando la cabeza de su amor en su pecho, para que se recuperar del orgasmo.
Siguieron así por mucho rato, compartiendo besos y caricias, hasta que fue momento de separarse.
Harry se había quedado dormido sobre su cuerpo y se sentía tan bien que le daba rabia tener que despertarlo, pero no le quedaba de otra, sino no llegaría a tiempo  para las clases,  por que suponía que el tiempo de desayuno ya había empezado y no alcanzaría a probar bocado.
—Harry, tesoro despierta —le dijo con voz suave.
El oji verde se removió y levantó la mirada para verlo con sus ojitos perdidos.
—¿Severus? —Le llamó, no entendiendo el por que lo despertaba de tan delicioso sueño.
—Debo ir a clases, Harry; y no puedo ir si sigues sobre mi —le dijo moviendo su cuerpo para demostrar su postura.
Harry abrió los ojos y fue conciente nuevamente de donde se encontraban.
—De acuerdo —le dijo, no muy convencido, pero sin mas salida que levantarse para que su pareja lo hiciera también, pero algo paso que no lo dejó seguir.
Sintió una terrible puntada en la parte baja de su vientre por lo que se volvió a meter al agua y trató de no gritar, pero el gemido de su garganta fue mas un gruñido de dolor a los oídos de su pareja.
—¿Harry? —Le dijo sentándose mejor, para que el oji verde quedara sentado en una posición más cómoda.
—Creo que fue una contracción, pero es imposible —dijo enseguida —se supone que aun falta un mes —le dijo respirando por la boca, cuando una nueva ola de dolor lo sacudió —¡Merlín! —Exclamó agarrando el brazo de Severus y apretándolo fuertemente al sentir como si lo estuvieran golpeando por dentro.
—¡Tengo que llevarte a San mungo! —Dijo alterado, pero al tratar de levantar a su pareja, este se volvió a retorcer del dolor —Harry te tengo que sacar de aquí, no puede nacer en la tina —dijo alterado.
—¡Pues díselo a tú hijo que me quiere triturar las entrañas!
Bien, empezaban los dolores de parto y con ellos los cambios en la condición de “la madre” que comenzaba a ofende desde su pareja a los malditos antepasados de su familia. Pero era algo obvio, no todos los días sentías que un bebé del porte de una sandia querer salir por tu recto que era lo suficientemente ancho como para que sólo pasara un pepino. Algo sumamente doloroso.
Harry sentía en esos momentos que la batalla contra Voldemort no era nada, comparado con los terribles dolores de parto.
Severus se las arregló para salir de debajo de su pareja y así poder manejar la situación desde otro ángulo. Maquinó la posibilidad de una aparición, pero el estado en que se encontraba Harry era demasiado delicado. Llamar a la enfermera del colegio tampoco era una idea muy provechosa ya que si bien la mujer sabía de medicina eso no la hacía una matrona, sumándole el hecho de que todos los que los conocían se enterarían del suceso antes de que el bebé diera su primer aliento de vida. Sólo quedaba la más terrible de las opciones, ayudarle el mismo a dar a luz.
—Severus.
Lo llamó con sus ojitos bañados en lágrimas. Vio la desesperación en su rostro y la suplica en su voz.
Se acercó a el corriendo y se arrodilló a su lado para acariciarse cabello y ayudarlo a secar su cara con una toalla.
—Necesito que estés tranquilo amor, tendremos que hacer esto solos y vamos a hacerlo bien. 
Harry sólo asentía, asustado por tener que recibir a su bebé antes de tiempo.
—Pero Sev, aun esta muy chiquito —le dijo preocupado.
—Mi vida, si quiere salir es por que esta preparado si, además debe querer estar pronto en tus brazos —le dijo con una sonrisa.
Cada cosa que hacía lo hacía por el bien de su pequeña familia, en este caso sonreír sin problemas, aunque por dentro este muriendo de la desesperación.
Conjuró su varita y con ella cambió el agua de la tina por agua limpia, también convocó toallas higienizadas para recibir a su hijo, hasta convocó unas tijeras esterilizadas; no se creía capas de lanzar un hechizo mientras su bebé estuviera naciendo, por lo que se olvidó de su varita por un rato.
Estuvieron respirando al compás por un rato hasta que Harry no resistió más y empezó a pujar para traer a su hijo a la vida.
—Vamos, amor —lo alentaba Severus, mientras bajaba la mano y la metía al agua para sentir como el ano de su pareja se dilataba de tal magnitud que por ella cabría su puño cerrado, con bastante facilidad.
Sintió algo redondo entre sus piernas y el grito de dolor de Harry le indicó que el bebé estaba saliendo. Lo tomó por la cabecita y empezó a tirar muy despacio, más que nada para aliviar el esfuerzo de su pareja. Pronto sintió los hombros y entre los dos contaron para que Harry pujara por ultima vez y el tirara con mas fuerza por el cuerpo hasta sacarlo por completo. Cortó el cordón umbilical y apoyó al bebé en el pecho de Harry que lo miraba como si fuera la octava maravilla del mundo.
Severus se dejó caer junto a la tina y ya más calmado envió un patronus para que llamara a madame Pomfrey.
Vio a la tina y sonrió con sinceridad al ver como Harry besaba los cabellitos de su hijo y como el bebé lloraba contra su pecho.
El mundo le pareció de repente el lugar más hermoso. No podía existir un lugar llamado paraíso y que se comparaba con ese pequeño cuarto de baño, en el que podía constatar que su vida estaba completa.
Su burbuja de fantasía se rompió cuando la puerta de la mazmorra fue azotada y por ella entraba la enfermera seguida de Mcgonagall y Granger que justamente se encontraba con la profesora para hablar sobre una vacante en el puesto de aprendiz de transformaciones.
—¡Por las barbas de Merlín! —Exclamaron las mujeres y corrieron a ayudar a los resientes padres.
Luego de la conmoción y de que medio Hogwarts se enterar del nacimiento de Albus Severus Snape Potter, por fin los padres pudieron tener un momento a solas.
Minerva había aceptado hacerse cargo de la dirección del colegio por unos días para que Harry y Severus se acostumbraran a su nueva situación y que pasaran un tiempo reducido con su bebé.
Por fin solos en su habitación.
Harry estaba en la cama de ambos, mientras arrullaba a su bebé para que durmiera luego de que la enfermera le hubiese dicho que estaba en excelentes condiciones y podría quedarse con ellos en la habitación. Más sin embargo le había dado una cátedra de lo que podían y no podían hacer con el bebé.
Severus los miraba desde el umbral de la puerta, lo vio hacer lo que había estado haciendo desde que nació; analizándolo desde el primer dedito de su manito izquierda al último de su dedo del pie derecho.
—Si, son 21 —dijo Harry divertido.
Severus sólo negó con la cabeza, mientras una sonrisa adornaba su rostro y se acercó a ellos. Se sentó en la cama junto a sus amores.
—Es hermoso —le dijo mirándolo a los ojos —espero que tenga tus ojos.
Ciertamente el verde de los ojos de Harry es uno que le encantaría ver en todos sus hijos, por que este era el primero. Harry recién tenía 20 años y a él no le molestaría ayudarlo a procrear los hijos que quisiera su ángel. Mucho más teniendo en cuenta lo delicioso que era el proceso de concepción.
—Solo espero que sea sano, y que tenga tu inteligencia.
Ese era el momento medio tonto por el que pasaban los padres después de la tención del parto. Empezaban a alabarse mutuamente, luego de que “la madre” lo haya llamado de las mil y un maneras que existían para darle a entender que no lo quería ni a un metro.
—Ahora ven a besarme, que lo necesito mucho.
Obviamente Severus no se hizo de rogar y se acercó a su pareja lentamente hasta posar su boca sobre la de Harry y ver como sus ojos verdes se iban perdiendo al tiempo que cerraba sus ojos para sentir más.
El quejido de su hijo los hizo separarse y sonrieron.
—Mi amor —lo llamó Harry —¿No sabes que día es hoy? —Le preguntó extrañado.
Severus medito el asunto, debía tener muy claro el día que su hijo nació, por lo que hizo un pequeñísimo esfuerzo por recordar. Ya lo tenía, era 9 de enero. De repente cayó en cuenta de la coincidencia y abrió los ojos desmesuradamente.
—Hoy es… —se quedó completamente en blanco.
—Feliz cumpleaños, mi amor —le dijo Harry besando sus labios —pensé que estabas haciéndote el loco con la fecha, pero veo que no fue así —le sonrió y sintió como su pareja lo volvía a besar.
—Si, me había olvidado, pero no lo haré más.
Y claro que no lo haría, por que ahora lo celebraría con su familia y el mismo día que su hijo.

Fin

Azrael


Personajes: Harry Potter – Severus Snape

Géneros: Acción, Aventura, Ciencia Ficción, Fantasía, General, Romance, Sobrenatural.

Advertencias: AU=Universos Alternos, Chan=Adulto/Menor, Otras.

Categoría: NC-17

Disclaimers: Los hermosos personajes de este fic no me pertenecen, solo los utilizo para liberar mi perversa mente.

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Caminó esperando encontrar en su camino a algunos de esos tipos. Siempre llegaban cuando él tenía hambre y le acosaban, tratando de que no llegara a su destino. Pero esta vez, quería que llegara cualquiera, por que sabía perfectamente que aquel a quien quería ver, nunca llegaría a pararse frente a él por voluntad propia. Lo haría salir de su hogar, lo haría llegar a su lado y no permitiría que se fuera, no lo volvería a dejar.

¿Cuánto tiempo había pasado desde que lo vio por última vez?

Le hartaba el hecho de tener que recurrir a manifestaciones tan “humanas” para poder hacerlo aparecer.

Vio a lo lejos a una muchacha. Cabello rojizo. Ojos azules. Piel clara y mejillas pecosas. Le recordó a la más pequeña de los magos amigos de él. Se relamió los labios ante la perspectiva de atraer a una chiquilla como esa. La sangre de los adolecentes ¡Oh que delicia si eran vírgenes!

Vio por el rabillo del ojo, que sus intenciones ya habían sido tomadas en cuenta por “ellos” por lo que debía actuar de manera apresurada, para poder tomar a la niña antes de que le interrumpieran, por que sino, no aparecerían para advertirle, como tantas otras veces.

Se acercó a paso impalpable, sin provocar el más mínimo ruido.

La niña no se movió, no tuvo tiempo.

—Permiso, señorita.

La voz suave del hombre que  estaba a sus espaldas, provocó que la muchacha se girara de forma brusca y se hiciera a un lado.

El hombre caminó a su lado y la muchacha levantó la mirada para ver a quien le habría paso.

Se impresionó de la ropa que el tipo traía, la conocía, claro que la conocía. Nadie que se jactara, como ella, de saber de moda y prestigio, podría dejar pasar un abrigo de piel de cocodrilo de Salvatorre Ferragamo. Pantalones de vestir, color pizarra. Prada. Ese que había causado sensación en el último desfile que el diseñador presentó. Y una camisa, que si no se equivocaba, y estaba segura de su instinto, era de Ermenegildo Zegna.

El hombre debía estar refundido en dinero, pero eso no le impidió dar un paso atrás cuando las cuencas de los ojos negros se posaron sobre ella.

Lo vio acercarse y en un momento todo sus sentidos de borraron. No había nada a su alrededor.

Él caminó hacia la muchacha. Sin importarle la poca gente que a esas horas de la noche pasaran por el lugar.

Le gustaba su poder. Dejar que los mortales vieran en él lo que querían ver. Pero lo que quería ahora era que ellos se acercaran, que vinieran a impedir su fútil labor.

Sonrió de lado al verlos aparecer en la calle de al frente, un el mismo momento en que posó su mano sobre la muñeca de la chica.

Sabía que debía ir más lejos en su actuación, que no se acercarían sin motivos. Nunca lo hacían.

Tomó el rostro de la chica con una de sus manos, mientras ponía la otra en la cintura, arrugando el precario vestido verde con flores de su alimento. Sonrió antes de enterrar sus dientes en ese blanco cuello, sin apartar su oscura mirada de los que, a unos pasos de él, lo veían con repulsión.

Se volteo, escuchando los jadeos de la niña y apoyó la espalda de la chica contra su pecho, para que su cuerpo completo, quedara frente a sus “espectadores”

Los dos hombres frente a él, veían como la chica era devorada por ese ser. Una simple criatura que estaba fuera de su alcance. No era mortal. No era un muerto. Ni siquiera un alma en pena.

La chica se ponía cada vez más pálida y no faltó mucho para que muriera. Pero al parecer, su atacante, quería agilizar las cosas.

Una de sus manos se posó sobre el pecho izquierdo de la chica y presionó sus manos contra la carne, hasta perforar la piel, rompiendo los tejidos a su paso, haciendo gritar a la chica.

Tenían que intervenir, sino, su “jefe” se enfadaría demasiado con ellos.

Otro hombre, un mortal, se acercaba caminando y vio lo que pasó, corriendo de inmediato a ayudar a la ensangrentada mujer. Corrió lo más rápido que pudo y cuando llegó junto a la pareja, una mano acabo con su vida.

Los hombres frente a la calle vieron como ese ser, soltaba el cuerpo ya sin vida de la muchacha, para enterrar sus dedos estirados en la tráquea del mortal que venía a ayudar.

—Debemos intervenir —le dijo a su compañero.

—Sabes lo que quiere, lo pide cada año en esta fecha.

El hombre vio como se acercaba una mujer de edad, con una pequeña niña de la mano. Sino hacían algo, volverían a fallar en su misión. Así que sin importar nada mas, caminó en dirección la bestia que se relamía los labios en señal de burla.

—Limpia este desastre, trataré de negociar con él.

Su compañero asintió, mientras miraba a la mujer, logrando captar su mirada y cambió el tono de sus ojos. Una simple orden a la cabeza de la mujer y esta cambio su caminar, volteándose y caminando en dirección contraria.

Al otro lado de la calle, el otro espectador obligatorio se acercó al hombre que lo esperaba con las manos en los bolsillos.

—Snape —dijo su nombre con desprecio. —Sabes que no era necesario que hicieras eso.

— ¿Hubieras venido a mi si no lo hacía? —Su voz, aun ronca por su último alimento, se coló en la cabeza del otro hombre. —Sabes lo que quiero.

—Y sabes que no lo tendrás. Él ya esta fuera de tu alcance.

— ¿Y eso te encanta, verdad? —Se acercó con cautela y se agachó un poco para susurrarle al oído. —Disfrutaste cuando supiste que estaba muerto y no volvería a ser mío.

El otro hombre se alejó de golpe, parándose a unos cuantos pasos.

—Tú lo quisiste así.

—No me dieron muchas posibilidades —vio como el otro hombre se acercaba y con sólo pasar cerca de los cadáveres que él mismo había dejado en el suelo, los desapareció de manera magistral. — ¿Nuevas facultades? —Dijo burlón, cuando el otro llegó a su altura.

—Era necesario aprenderlas, cuando seres como tú, se niegan a pasar al otro lado.

— ¿Y que me espera del otro lado? No lo tendré nunca más.

—Como tampoco lo tendrás estando en estas condiciones. Él no quiere verte así.

—Me importa muy poco. —Se giró y comenzó a caminar hacia el callejón —díganle a “Azrael” que lo quiero aquí esta noche, antes de que la última campanada marque el cambio del día. Sino, tendrán demasiados cadáveres que recoger mañana.

— ¿Nos amenazas, Snape? —Le dijo con odio. Sabía que aquel ser era capas.

—Yo no amenazo, “Vapula” —le dijo riendo de lado. Eran tan ridículos sus nuevos nombres —sólo dale mi mensaje a él.

Ambos vieron como desaparecía entre las sombras.

— ¿Lo hará, verdad?

—Si, “Sacaros” —le dijo agotado —aun no empieza la noche y debemos volver.

— ¡¿Se lo dirás?! —Le preguntó alterado, viendo como su compañero empezaba a caminar hacia las sombras.

—No tenemos otra salida. Él debe saberlo y ver como cambiar esta situación.

{}{}{}

En las oscuridades tinieblas de la noche, Azrael se removía inquieto. Todos los años era lo mismo.

Daba vueltas en su “despacho” una simple cueva húmeda, con un gran espejo en una de sus paredes y un escritorio lleno de hojas. Imágenes de los seres a los que debía condenar.
Los demonios que pasaban a su lado, acomodando los  informes que llegaban a cada segundo, lo miraban de manera rara.

Él no les ponía atención.

Desde que había cruzado al otro lado, cuando ese rayó verde lo tocó, cada noche de su aniversario póstumo, él lo reclamaba. Sabía que esa noche podía volver, pero no lo haría.

¿Para que volver a él una noche, si el resto del año no podía estar a su lado?

Verlo de nuevo, significaba recordar su vida mortal. Esa vida que hace años dejó en el pasado.

Pero aun así, el sólo hecho de pensar en él, lo hacía añorar sus brazos, sus besos, sus caricias, y aquellas palabras que ahora le hacían sentir mundano.

Cuando vivía podía disfrutarlo, pero ahora no. Ahora sólo sería algo agónico.

—Azrael.

Se giró viendo llegar a sus generales. Ellos, que aun después de morir seguían a su lado y que ahora debía llamar por otros nombres.

Despidió a los demás demonios, con un simple cabeceo, quedando solo con aquellos dos.

—Siri…Sacaros —se corrigió oportunamente — ¿Qué hacen aquí, Vapula?

—Sabes muy bien que hacemos aquí, Harry.

—No me llames así. No puedes —le dijo girándose para ver a través del espejo, como sus generales dirigían a sus propios demonios, para lograr sus mandatos.

—Esta noche si —le dijo con prepotencia. —esta noche somos nosotros mismos.

—No quiero saber de él —les dijo, cortando cualquier novedad de parte de ese hombre.

—Pues esta vez tendrás que escucharnos, Harry.

—Por favor, Remus. No quiero saber nada.

—Va a matar en masa si no vas con él esta noche —le dijo Sirius. —sabes que no le importara hacerlo.

—Es tu decisión, Harry, pero ten en cuenta que será sólo esta noche.

Ambos dejaron a su líder solo. Perdido en sus pensamientos.

Harry miró una vez más por el espejo. Quería dejar de pensar, dejar de recordar, y más que todo, dejar de pensar en Severus. Pero inconscientemente su mente enviaba recuerdos de su vida mortal.

Cuando Voldemort pronuncio la maldición asesina en su contra, murió por unos minutos, viajo al mundo de los muertos, sin saber como, ni por que, llegó al infierno. Un lugar que nunca pensó que pisaría, pero al parecer, las muertes que se acarrearon de la mano de Voldemort, y que eran para llegar a él, se sumaron a su lista una tras otra.

Sabía lo que pasaría si llegaba a morir realmente. Su vida se vería destinada a ser uno de los generales de Lucifer.

Cuando “volvió” a la vida, vio que Severus, su antiguo amante, se encontraba casi muerto por la mordida de Nagiri, la serpiente de Voldemort, eso le llenó de odio y le ayudó a vencer a su contrincante, pero no soló eso, su vida, sin saber por que, estaba enlazada a ese ser y sintió como poco a poco dejaba de existir. Pero antes de morir vio algo que le terminó por destruir, por que estaba seguro de que Severus le acompañaría en el otro mundo, en cambio, uno de los vampiros de Voldemort se acercó a su ex profesor y le mordió.

Cuando reaccionó vio que su vida ya se había transformado. Estaba en una cueva oscura y húmeda, y un ser extraño, con cuernos de chivo se acercaba a él y le extendía un papel. Lo tomó renuente y le leyó. En ese momento todo brillo a su alrededor y su piel cambio de color, ahora era de un color violeta y en su cabeza, a los costados, y en un ángulo sobre las cejas, habían cuatro cuernos, dos arriba y dos a los lados.

Se asustó y en ese momento apareció alguien más en la cueva a quien reconoció en seguida. Sirius estaba frente a él, con una apariencia parecida a la suya, pero su piel era de color verde claro, bastante enfermizo. Le dijo que su nombre, cuando llegaban al infierno, eran cambiados, ahora Sirius se llamaba Sacaros y era uno de los generales que estarían a sus ordenes. Luego de un rato y de tratar de asimilar un poco toda esa locura, apareció Remus con su apariencia de joven, algo que no entendió muy bien. Fue cuando el hombre le dijo que su apariencia demoniaca no iba por fuera, por que eso le ayudaba con sus misiones, y que ahora, su nombre era Vapula.

Le dijeron a Harry su nuevo nombre, Azrael, demonio de la muerte, algo que ciertamente le trastornó. Le dijeron también que su misión era atraer las almas oscuras e impuras al infierno.

De eso había pasado más de un siglo y cada noche de los muertos o Halloween, podían ascender a la tierra, información que Severus tenía y utilizaba pidiendo su audiencia, pero Harry siempre se negaba, no vería al hombre que tanto amaba, ser un monstruo como lo era él ahora.

Sintió como alguien llegaba a su lado.

— ¿Aun pensado en el traidor, Azrael? —El demonio que estaba tras él, parecía muy feliz de lo que sufría.

—Yo siempre lo voy a pensar, Samael. Siendo humano y mortal, tuve algo que tú no tuviste, un corazón.

La risa estridente se esparció por todo el lugar, mientras lo giraba de un brazo, pero en cuanto su mano hizo contacto con la piel, la mano del otro demonio se prendió en llamas, las cuales apagó sacudiéndola de arriba abajo.

—Tú no puedes tocarme, Tom —le dijo con resentimiento y sus ojos, escabrosamente negros —soy superior a ti y por eso no mereces estar ni en mi presencia.

Al terminar de hablar un manto cubrió al demonio y lo hiso desaparecer.

Se quedó nuevamente solo, viendo por el espejo a aquel que tanto amó en vida, y que aun amaba, pero ¿Cómo podría estar con él, si era un vampiro, un inmortal? Él era un demonio. Encargado de atraer las almas de los muertos a este lado y por lo tanto, Severus nunca vendría a él.

Muchas veces pensó en tratar de traer a Severus a su lado, pero eso era imposible. Quitarle la vida a Severus, a pesar de lo cruel que era ahora, no se tomaría en cuenta al momento de morir, sólo se tomaban sus actos mortales. Severus no iría al infierno.

Si él trataba de volver a la vida, lo haría dentro de trecientos años, un tiempo imposible de espera y además lo haría sin recordar nada, cambiando muchas cosas de su vida, por ejemplo… ya no sería un mago y Severus no podría estar con un mortal.

No existía la manera de estar a su lado. Por esa razón no lo vería.

—Harry, necesito decirte lo que me dijo.

Azrael se giró para ver a Sacaros entrar nuevamente y simplemente se alzó de hombros. Nada de lo que le dijeran haría que fuera con él. Que pisara el mundo de los mortales nuevamente.

—Di lo que quieras, Sirius.

—Pues bien —se sentó sobre una de las rocas del lugar, cruzando una pierna sobre la otra flexionada —pues le bastardo dijo que haría una masacre que si no estabas a media noche.

—Siempre dice lo mismo…

—Mató a dos mortales frente a nosotros.

Harry se giró de manera exagerada.

—Él nunca…

—Si, lo se. El bastardo nunca había asesinado por gusto —se quedó en silencio por un largo rato —él quiere verte, Harry. Siento que esta vez no lo podrá detener nadie.

—Pero si lo veo… ya no soy el de años atrás.

— ¿Y crees que le importa? Aun no sabe como es tu apariencia actual, podrá verte como eras antes.

—Una imagen falsa…

—Pero la que él quiere ver. —Se puso de pie y se acercó al que en vida era su ahijado —sólo será una vez. Nunca más lo veras.

Azrael vio como desapareció del lugar, dejándolo nuevamente solo.

¿Como hacerle frente al hombre que no veía hace año, si ahora ninguno de ellos podría reconocerse?

No perdía nada, o eso quería creer. No podía permitir que Severus asesinara inocentes mortales a los cuales él debía encaminar al infierno.

— ¡Vapula!

La voz estridente que surgió de su garganta, retumbó por todo el lugar.

Remus llegó en ese instante, ni siquiera se había ido el sonido de su voz en la distancia.

— ¿Qué quieres, Azrael?

—Iré a la superficie —su tono era serio —tengo que detenerlo.

—Y te apoyó…

—Quiero que te quedes a cargo por el tiempo en que no este aquí.

Remus vio la expresión que tenía Harry, aun bajo esa apariencia demoniaca, podía reconocer las emociones que veía en él cuando era mortal. Cuando era feliz.

—Ve, Harry, te debes este encuentro tanto como se lo debes a él.

—Lo se, pero esta ves no se como controlar la situación.

— ¿Realmente crees que es necesario “controlar la situación”? —Le preguntó apoyándose en la pared —sólo deja que las cosas fluyan.

Harry sonrió, como hace muchos años no lo hacía y desapareció del lugar.

{}{}{}

Severus se encontraba en el parque que estaba frente al lugar donde, horas atrás, se hubiera encontrado con Sacaros y Vapula.

Esperaba que Harry apareciera, por que sino, cumpliría con su palabra y Londres amanecería bañado en sangre.

No pasó mucho rato antes de que una fuerte luz le cegara por segundos. Abrió los ojos, sintiendo como su muerto corazón palpitaba una vez, tan sutil, que si no fuera por que estaba esperando aquello, no lo hubiera percibido.

Frente a él esta Harry, tal y como lo recordaba, incluso con la ropa que llevaba la ultima vez que el chico respiró.

—Harry —trató de acercarse, pero vio como el chico daba un paso atrás y levantaba una mano para cerrarle el paso.

—Quédate en tu lugar, inmortal.

Había decidido que convencería a Severus de que lo olvidara y si para eso era necesario comportarse como el demonio que ahora era, lo haría.

—Ya veo —se cruzó de brazos mirándolo fijamente —si te ibas a comportar de esa manera, hubiera preferido que no aparecieras.

—Tú lo pediste a costa de las almas de los mortales a los que yo tengo que guiar.

—Deja tu faceta de demonio…

—Es lo que ahora soy, Severus —levantó la mirada y cambio a su forma demoniaca frente al vampiro. Su piel volvió a ser el color violeta que ahora tenía, sus ojos se alargaron hacia los lados, sin cambiar el verde de su mortal apariencia, sus cuernos sobre su cabeza y su cabello, negro como otrora, ahora era más largo pero igual de rebelde. —Este es el que soy ahora.

—Lo se —le dijo sin apartar la mirada del ser que estaba frente a él —Ahora eres Azrael, pero en el fondo sigue siendo mi Harry.

Severus se acercó con cuidado, tratando de no trastornar demasiado al demonio, pero no se esperó el golpe invisible que recibió y que lo lanzó lejos.

—Te advertí que no te acercaras —sus ojos rebullían entorno a sus emociones. —No permitiré que me pongas un dedo encima, vampiro.

—Lo dices como algo malo —escupió un poco de sangre y se levantó nuevamente —no me detendrás.

Lo que vino luego, fue épico.

Severus  trataba de acercarse, mientras que Harry lo repelía, lanzándolo lejos con sus poderes demoniacos. Aun así, pese a los golpes y el hecho de que ambos parecían no perder nada de energía, parecían disfrutar de su enfrentamiento.

Pasó cerca de cuarenta minutos antes de que Severus viera una oportunidad de acercarse a Harry, cuando unos borrachos pasaban por el lugar, con patéticos trajes de zombis.

Harry distrajo su atención por un segundo, al ver que, sobre las cabezas de los “zombis”, aparecía su sentencia de muerte, atropello decía la cita y sabía que irían directitos al infierno. Vio el camión acercarse a una velocidad estúpidamente fuerte, pero no vio lo que Severus hacía.

De un momento al otro, Harry se vio preso entre los brazos del vampiro. Lo miró con rencor y el inmortal sólo le sonreía con prepotencia. Trató de electrocutarlo, pero nada pasó. Prender su cuerpo en llamas, pero al parecer, Severus aun conservaba parte de su magia y simplemente baño a ambos con un aguamenti.

—Eso fue bajo, hasta para ti —le dijo sintiendo el agua bajar por todo su cuerpo.

—Pero necesario, mi amor. No puedo permitir que nos calcines.

—Suéltame, Severus.

—No —lo sujetó aun más fuerte, sintiendo el cuerpo duro del demonio —ha cambiado tu cuerpo.

—Idiota. Todo en mi ha cambiado.

Azrael trataba de removerse entre los brazos del vampiro, pero como esperó, nada de eso servía con el inmortal.

Severus se divertía con esto. Tenía en sus manos la soluciona a siglos de separación, pero lo primero que tenía que hacer Severus, es lograr convencer a ese escurridizo demonio de querer permanecer a su lado.

— ¿Qué mierda haces? —Le preguntó al sentir como las manos frías del hombre se perdían entre su ropa —Dije que me soltaras.

— ¿No recuerdas mis caricias? —Le dijo sujetándolo con más fuerzas.

—No recuerdo nada de nada —mintió. Claro que lo recordaba, pero eso sería darle alas a Severus, y no podía permitirlo.

—Tu cuerpo no parece opinar lo mismo.

Severus lanzó al demonio contra el suelo y se montó a horcadas sobre él. Sujetándolo de las manos y sintiendo como se las arreglaba para torcer sus manos y enterrarle las uñas, en un vano intento de liberación. Podía percibir el veneno que le inyectaba, así como también su propia ponzoña que creaba la barrera necesaria para mantenerlo libre de ese nefasto veneno.

Lo besó. Lo hizo con fuerza, mordiendo sus labios, y viendo como la sangre corría por su labio. Sangre verde. Sangre de demonio.

—No la bebas —la vos de Harry le llegó clara y se obligó a respirar con un poco de dificultad. Lo vio a la cara y se dio cuenta que sus facciones cambiaban por la del chiquillo que en innumerables veces poseyó estando con vida. —será mortal para ti.

— ¿Me proteges? —Le dijo con tono burlón, mordiendo levemente su cuello, importándole una mierda el encontrarse en al vía publica.

—Te alejara de mí definitivamente.

Las palabras de Harry lograron detener los avances de Severus, haciendo que levantara la cara y mirara al otro de manera analítica.

— ¿Cómo que me alejara de ti, Harry? Lo que yo veo es todo lo contrario. Por que si esto me matara definitivamente, iré contigo…

—No será así —le dijo corriendo la cara —tus actos en vida fueron suficientes para ganarte la plaza en el firmamento, Severus. No iras al infierno y definitivamente, no volverás a renacer.

Como era de esperarse, fue suficiente información como para que Severus no quisiera seguir por ese camino y querer saber más de lo que hablaba.

>>Tú vida como mortal fue sacrificada, aun con tus errores. Según “Él” eres lo suficientemente bueno como permanecer a su lado.

— ¿Y tú no?

—Yo perdí mi oportunidad en el momento en que nací. Al parecer estaba destinado al infierno. Tanto en vida como mortal o como demonio.

—Yo también fui parte de tu infierno…

—Y lo seguirás siendo. Por eso te tienes que mantener “vivo” —le dijo con ironía. Sin notar que aun seguía en el suelo, son Severus sobre él, mientras apresaba sus muñecas —por eso deja las pendejadas como matar a inocentes por placer.

—No fue placer. Fue necesidad.

— ¿Necesidad de comida?

—Necesidad de verte —le dijo tajante y volvió a besarlo, con mayor ímpetu que antes y con obvia pación.

Harry se debatía entre alejarlo o dejarse llevar. Las sensaciones de su cuerpo le pedían, su cuerpo demoniaco sediento de placer.

Durante los años que llevaba como demonio, se había negado a tomar cualquier cuerpo que estuviera a su disposición para saciar su libido. Le guardaba lealtad a un inmortal, al cual no volvería a ver, pero ¿Qué era la vida inmortal y maldita sin tus propios sacrificios?

Ya casi había olvidado lo bien que se sentía cuando Severus lo tocaba.

No pasó mucho antes de que Harry no pudiera más que responder a las caricias de Severus. Que no eran ni suaves, ni tranquilas. Eran caricias fuertes, duras, apasionadas.

La ropa les estorbaba y no era para nada un misterio el que la noche les resultara ardiente.
Severus no esperó nada. Ni siquiera una preparación previa. Se enterró en el interior de Harry, haciendo gemir al hombre que se retorcía bajo él. Acariciando sus costados y besándose con hambre.

El demonio no estaba en mejores condiciones. Las embestidas, a demás de hacerlo estremecer por fuera, lo hacían por dentro. Su mente estaba más consiente que nunca  de que era Severus, su Severus, el que se incrustaba en sus entrañas de manera tan apasionada.

Luego de lo que les parecieron horas, pudieron correrse, pero Harry se las ingenió para voltearse en el ultimo momento y que sus fluidos no cayeran en el cuerpo de Severus. Cosa que notó el vampiro.

—Era necesario —le dijo al percibir su mirada sobre su cuerpo —te hubieras derretido.

Severus comprendió entonces.

Se relajaron un poco, notando el aire de la noche chocar contra sus pieles, para luego de un rato volver a colocar sus ropas en sus cuerpos.

—Quédate conmigo.

La voz de Severus rompió con el silencio en el que se habían sumido.

Harry lo miró con pesar. Él también hubiera deseado que las cosas no siguieran como ahora, pero ya era demasiado tarde.

—Sabes que las cosas o son tan fáciles…

—Ni indoloras.

Harry arqueó una ceja y se cruzó de brazos. Los estragos del sexo habían abandonado ya su cuerpo.

— ¿Que quieres decir?

—Encontré una manera de que permanezcas a mi lado…

— ¡Es imposible, Severus! —Le gritó perdiendo la paciencia —mi mundo ahora son las penumbras.

—Y el mío la noche, pero no por eso dejaré que te vuelvas a ir.

—No trates de detenerme, Severus. No quiero dañarte más de lo que lo he hecho.

—Entonces escúchame un momento. Sin interrupciones —agregó al ver como el otro abría la boca. Esperó unos segundos para que asintiera, pero el chico no lo hacia —estas comportándote como el adolecente que eras antes de morir.

—Por lo que mi mente sigue siendo la misma.

— ¿Sólo cuando te conviene? Es infantil, pero no nos detendremos en eso —le dijo sacando un papel del bolsillo de su abrigo y se lo extendió. Harry empezó a leer y negar con la cabeza.

—No puedo hacer esto —dijo leyendo las instrucciones de un antiguo ritual.

—Sería por poco tiempo…

— ¡Eso no es lo que dice aquí, Severus! —Le dijo removiendo el papel frente  a sus ojos. —puedes matarme, lo se. Eso es importante a la hora del ritual. Entregar tu mano… se que lo harás, te conozco bien. Pero lo que no harás es esperar a mi reencarnación por un año, para pasar conmigo una sola noche. Es prácticamente lo que haces ahora.

—Con la diferencia de que soy yo quien investigó —le dijo quitándole el papel —averigüe una clausula en ese contrato, por así decirlo… mientras más pases sin reencarnar, más tiempo vivirás en la tierra.

—Severus…

—Serán quince años, Harry, es lo máximo que puedo aguantar sin ti.

—Aun es demasiado tiempo.

— ¿Por treinta años juntos?

La sonrisa de Harry volvió a aparecer en la cara de Harry.

Se demoraron dos horas en llegar al lugar más alto del mundo. El monte Chimborazo.

No habían dicho nada desde que emprendieron su camino y sólo les quedaban unos minutos antes de que Severus tuviera que encontrar un lugar donde refugiarse de la luz del sol.

—Es hora ¿Verdad? —Le preguntó al verlo papándose tras él.

—Si. No tenemos tiempo —lo abrazó por ultima vez y tomó su rostro para voltearlo un poco y besarlo —nos vemos en un tiempo más —pronuncio sobre sus labios mientras le arrancaba el corazón.

El cuerpo del demonio cayó al suelo, junto a la mano izquierda del vampiro.

Para realizar el ritual, debían encontrar el lugar más alto del mundo. Jurar su amor eterno y el inmortal que puede posas sus pies sobre la tierra, tenía que arrancarle el corazón a su amante, dando su mano como sacrifico.

Harry reencarnaría ahora mismo, pero sólo aparecería frente a sus ojos ese mismo día cuando cumpliera quince años. Sus recuerdos volverían, pero al pasar treinta años, moriría nuevamente, repitiéndose el proceso eternamente.

Severus no podría transformar a Harry, por que ahora habían desafiado a todo ser o ente que se conociera.

Ellos eran sus dioses. Eran quienes regirían sus vidas, pero eso tendría un costo. La separación.

Severus no estaba preocupado por eso. Sabía que podía esperar. Cada Halloween lo buscaría luego de quince años, y disfrutaría con el hasta que volvieran a separarse.

—Un bajo precio por haberle quitada a Lucifer a mi Azrael. Mi Harry.

{}{}{}

15 años después.

Un muchacho caminaba por las calles con sus amigos, en dirección al antro de moda. No se dio cuenta de que alguien estaba parado frente a él y no lo vio hasta que chocó con él de golpe. Levantó la mirada para disculparse, cuando todo volvió. Una sonrisa atravesó su rostro.

—Hola, Severus —le saludo, sin tomar en cuento a sus amigos que le veían confundido — ¿Me extrañaste?

—No sabes cuanto, mocoso.

Fin